Este es un blog,en donde podremos apreciar distintos cuentos de terror.Espero que les guste.
viernes, 11 de septiembre de 2009
La imagen de su padre fallecido le vino a la mente, y lloró en silencio por él, porque le echaba de menos, porque le estaba recordando y hubiera deseado que conociera al hijo que iba a tener.
La cuestión es que lloró tan en silencio como pudo pero notó que el hecho de que la imagen de su padre le hubiera llegado tan de pronto era algo más que extraño.
Un par de días después estaba en una tortillería tomando un aperitivo con su marido, su hermana y su cuñado. Allí hablaron de un par de cosas y de pronto el cuñado la miró y le dijo: "¿A que no te has acordado del aniversario de la muerte de tu padre?".
Tan perdida en el tiempo como estaba María preguntó:
- ¿Cuándo fue?.
La respuesta le dejó helada:
- Anteayer.
Tragó saliva y abrió los ojos como platos: "Anteanoche estuve llorando y recordando a papá", dijo ella emocionada, y no sabía qué fecha era ni por qué me había llegado ese recuerdo tan fuerte de él."
Cuando ya tuvo a su hijo, estaba una noche dándole un biberón tardío en la casa silenciosa. Estaba sentada en un sillón y tenía a su bebé medio dormido, que chupaba de la tetina sin abrir los ojos.
Estaba muy cansada, muy muy cansada, y creía que se iba a quedar dormida, pero los dolores del reciente parto y la flojedad le hacían llorar constantemente porque María soportaba muy mal el dolor.
Entonces una paz interior llegó hasta ella inundándola, el dolor desapareció por unos instantes, y una alegría injustificada la sucumbió de golpe... frente a ella, lo sabía, estaba su padre. No era visible, pero podía sentirle, y además de eso, podía notar su amor.
Visiones y Premosiones
Esta historia la vivieron Marjorie Tillotson y su hija Hellen, de 26 años.
Hellen vivía en un edificio de apartamentos al otro lado de la calle donde vivía Marjorie.
Una noche, Helen dormía profundamente cuando se despertó al escuchar fuertes voces. Era su madre que gritaba "¡Helen ¿estás ahí? ¡Déjame entrar!".
Helen se dirigió a la puerta y al abrir se encontró con su madre nerviosa. Marjorie quería saber por qué Helen había llamado a su puerta unos minutos antes.
Helen miró a su madre estupefacta. Ella no había salido, no había ido a casa de su madre, no había llamado a su puerta. Es más, se había acostado a las 11 de la noche y no despertó hasta ese momento.
Marjorie, alarmada, le dijo que aquello no era posible porque ella le había visto y había hablado con ella. Es más, según Marjorie, Helen le dijo que fuera inmediatamente a su casa sin hacer preguntas.
Entonces un estruendo las dejó atónitas y madre e hija corrieron para asomarse por la ventana: en la acera de enfrente, había había un escape de gas y como consecuencia había provocado una explosión en el edificio donde vivía Marjorie!.
Si en el primer caso Marjorie salvó la vida, aquí de nuevo hay un caso de premonición que... será mejor que leáis la historia:
El 20 de octubre de 1966, una niña galesa de 9 años llamada Eryl Mai Jones, le dijo a su mamá que había soñado que iba a la escuela y al llegar vio que el edificio desaparecía, que "una cosa negra la había aplastado". Al día siguiente fue a la escuela como de costumbre y... medio millón de toneladas de carbón de desecho se deslizaron sobre el pueblo minero matando a 139 personas, la mayoría niños, y entre ellos Eryl.
Las luces!
Eso sí, tenía visitantes misteriosos.
Al principio sólo eran sonidos, rasguños en la almohada que mantenía abrazada mientras trataba de descansar después de tantas horas de trabajo. Le asustó, cierto, pero mantuvo la calma y pensó que era su propio agotamiento el que la hacía tener alucinaciones auditivas. Los rasguños en la cama no son tan inhabituales ¿no?. Muchos los hemos oído. Son visitantes que quieren comunicarnos que "están ahí también, que no estamos solos".
La joven vivió con esa extraña experiencia unos días y terminó por acostumbrarse, pero una noche ocurrió algo terrible. Estaba tumbada en la cama, descansando, su marido estaba afeitándose en el cuarto de baño, y de pronto unas lucecitas de un tamaño algo mayor que el de las canicas, blancas azuladas y brillantes, comenzaron a salir de debajo de la cama.
Subieron, ascendieron hasta ponerse encima de ella, y bailaron.
La chica las miró estupefacta, tragó saliva y respiró profundamente. ¿Qué era aquello? ¿De dónde salían? ¿Qué las producía?
Y entonces las luces comenzaron a bailar con movimientos más bruscos, y una poderosa fuerza salió de ellas. La chica notó esa fuerza en puñetazos y patadas invisibles que la golpeaban y estampaban contra las paredes... Gritó, y su marido se cortó con la gillette. Cuando él iba a salir la puerta del cuarto de baño se cerró de golpe.
La joven española emigrante sufrió una paliza que la dejó destrozada, y no pudo hacer una denuncia, porque en qué comisaría de policía iban a escuchar semejante historia sin echarse a reir.
No volvió a ocurrirle porque volvió a España entre lágrimas y terrores.
Durante años jamás contó la historia, y cuando lo hizo, fue para contárselo a su hija -mi confidente-, quien me confesó que su madre no podía hablar del tema sin echarse a llorar y a temblar.
No es para menos. Su hija también lloró al contármelo.
martes, 8 de septiembre de 2009
martes, 1 de septiembre de 2009
Lluvia
El guardian del espejo
Las sombras de los árboles danzan moribundas mientras que el sol es devorado en el horizonte. En la feria, las siluetas se vuelven mas lóbregas a medida que la oscuridad invade el recinto avanzando silenciosa e implacable, deslizándose suavemente entre los charcos de endeble luz que tratan inútilmente de detener su paso. El aleteo de los murciélagos avisa sutilmente que la noche ha llegado. La luz viciada, gotea y se derrama pesadamente sobre aquellos que hacen guardia en sus salones, deja entre ver sus rostros pálidos, carentes ya de emociones humanas pero muy habituados a la sonrisa forzada que a diario dibujan para atraer a sus compradores y llenar sus bolsillos.Alicia no era particularmente fanática a este tipo de feria de antigüedades, un lugar tan escaso de vida no era lo que ella tenía en mente al llegar. Las pocas personas presentes se aglomeraban a la entrada de los salones donde se exhibían productos tan inútiles como novedosos; todo tipo de cosas de las cuales se ignora su existencia pero al verlas es difícil imaginar una vida sin ellas. Alicia se sentía indignada, aquel lugar no era mas que una repugnante feria de pueblo, no paso mucho tiempo antes que buscara la manera de escapar de aquel lugar, pero antes de marcharse, algo llamo su atención, algo extrañamente viejo parecía querer esconderse al fondo de aquel lugar, un salón inusualmente antiguo e inusualmente genuino en comparación al resto de aquella decadente feria.Aquel ultimo salón se encontraba iluminado por la luz de una lámpara de aceite, lo que le daba al mismo, una aura densa, con un cierto toque de misterio. Al acercarse, Alicia pudo ver en la entrada a la guardiana del salón, no podía distinguirse muy bien pero era con seguridad una anciana. La lámpara se encontraba directamente encima de aquella vieja, la luz tambaleante se escurría hacia abajo en todo lo que le rodeaba, la sombra de la anciana y los objetos que la circundaban, se contorneaban en el suelo formando muecas que por momentos parecían cobrar vida. Aquello era todo un teatro sepulcral, brindando un espectáculo tan tétrico como espectral.Cuando Alicia se encontró en la entrada del lóbrego salón, pudo ver con más detalle a la anciana, quien levanto la mirada del suelo por un momento para cruzarla con la de su visitante. Alicia se inmutó al ver el rostro grotesco de aquella vieja, un rostro tan extraño que era imposible saber si era vieja de tan fea o fea de tan vieja… y es que no solo era fea, era repugnante. Sus cabellos eran casi tan grises, verdosos y ralos como sus dientes, sus ojos escurridos hacia abajo semicubiertos por parpados caídos reflejaban la enorme tristeza y soledad de aquella persona, casi inspiraba lastima, aquella anciana era sencillamente patética, pero, extrañamente, aquellos ojos no reflejaban la vejez que se encontraba ya bien marcada en cada arruga y verrugas de su cara. Con voz temblorosa y quebrada, le dijo casi sin fuerzas:No es muy común que una linda chica como tú venga a un lugar como este – tosió la vieja un par de veces y luego se aclaro la garganta – entra linda, y llévate lo que te guste…Al terminar de decir aquella última palabra la vieja regreso su mirada hacia el suelo como extenuada por haber hecho un enorme esfuerzo al hablar. Alicia, por su parte, parecía casi hechizada por la impresión que le había provocado el rostro de la vieja; un parpadeo esporádico le hizo reaccionar y solamente como un reflejo, asintió amablemente siendo incapaz de ocultar la expresión de repulsión que le había perturbado en ese momento.Al dejar de lado a la anciana y adentrarse en el salón, era evidente el porque una vieja tan decrepita era la guardiana de tal lugar, pues en su interior todo parecía ser tan o mas viejo que ella. Lámparas, sillas, relojes y toda clase de baratijas de por lo menos un siglo de antigüedad; habían objetos que podrían fácilmente haber pertenecido al mismo Cristóbal Colón. Alicia, al ser tan modernista y presuntuosa, no parecía encajar en lo mas mínimo en el lugar; veía, sin ningún interés obvio, los artículos uno a uno, llegando a lo sumo, ser alguno de ellos levemente interesante. Cuando Alicia se disponía a salir, vio en una esquina del salón, detrás de algunas viejas pinturas al óleo, un extraño brillo que vislumbro fugazmente a un costado de su campo visual, si bien no duro tanto como para asegurar que lo había visto, fue suficiente como para sembrar la duda. Volvió de inmediato su mirada hacia aquel lugar, viéndolo fijamente queriendo agudizar la visión, permaneció inmóvil por un momento, observando fija hacia aquella esquina escudriñando el lugar con los ojos… nada. Pero luego, en el justo momento que Alicia quito la mirada de aquel rincón, la sagaz luz apareció otra vez, e igualmente como antes, durante apenas una fracción de segundo, pero sin embargo era suficiente como para asegurarse que aquello era cierto. Alicia se acerco directamente a aquel rincón y tras remover cuidadosamente todas las pinturas una a una se topo con una borrosa imagen de si misma… era un espejo, un viejo espejo cubierto por completo de polvo, parecía tener un siglo de antigüedad y medio siglo de polvo encima.Con mucha cautela, la joven saco el espejo del olvido, lo coloco sobre un estante y suavemente removió los años de polvo que le cubría. A diferencia de la anciana, los años parecían haberle favorecido al espejo, era lo suficientemente grande como para reflejar una imagen de cuerpo completo y adornado con un grueso marco de madera de ébano negro, evidentemente tallado a mano con hermosos rostros femeninos intrincados entre refinados adornos dorados ennegrecidos por el tiempo. Cuando Alicia se vio en el espejo, todo a su alrededor se volvía borroso, todo perdía importancia realzando así la imagen mostrada en el espejo, ella se encontraba maravillada por aquel objeto, no era tanto la belleza del espejo lo que le atraía sino lo que se reflejaba en él; ella veía su reflejo y si bien ella se consideraba hermosa, pensó que aquel espejo le hacia ver aun mas bella.La joven no lo dudó y salio en busca de la anciana, pero ésta ya no estaba, y recordando convenientemente las paradas proferidas por la vieja “llévate lo que te guste…”, tomo el espejo y con mucho esfuerzo lo saco del salón para llevarlo a un nuevo hogar, a su casa. La luz de la luna que ya comenzaba a menguar, rociaba parcialmente la feria con tristes gotas de luz, la vieja dejaba entrever su grotesco rostro que, en la distancia, observaba a aquella vanidosa joven cargando dificultosamente aquel antiguo objeto mientras se decía a si misma: “muy pronto seré libre…”, luego se dio la vuelta, desapareciendo al mezclarse entre aquellos pocos curiosos que visitaban la extraña feria.Alicia tardo un par de horas en llegar a su casa, el transporte de aquella pieza de antigüedad se había tornado realmente complicado, pero ella sabía que valía la pena. El reloj sonó anunciando las tres de la mañana, coincidente también con el canto (que parecía mas un alarido) de los gallos a la distancia, los perros habían comenzado a aullar y ladrar en las calles que rondaban la casa de Alicia y los gatos hacían también lo suyo en el mismo momento, corriendo pesadamente de manera alocada sobre el tejado mientras gruñían fuertemente entre si. Pero poco le importaba esto a Alicia, quien en ese preciso momento había terminado de instalar su nueva adquisición, no pudo resistirse ante el deseo carnal de verse reflejada en el espejo, todos los ruidos del exterior enmudecían gradualmente a la vez que los objetos que le rodeaban so volvían borrosos poco a poco, creando una visión de túnel, donde lo único que destacaba, lo único que tenia importancia, era la imagen que se reflejaba en aquel viejo espejo. Alicia era realmente bella, y en el espejo lo era aun más.Los días pasaban y Alicia salía cada vez menos de su casa, se había deshecho de todos los espejos restantes en la casa pues pensaba que eran defectuosos y no la reflejaban tal cual era. Pasaba horas frente a aquel viejo espejo cepillándose el cabello o simplemente posando y observándose a si misma, era tanto el tiempo que pasaba sola y encerrada en casa que había comenzado a preocupar a sus amistades. El aislamiento había comenzado a hacer efecto en Alicia, tornándola mas antipática y ansiosa. El poco tiempo que pasaba con sus amigas, no podía dejar de pensar en el espejo, quería verse para maquillarse y corregir los cabellos que no estuviesen en su lugar, estaba convencida que aquel era el único espejo que la mostraba tan bella tal cual ella realmente era, por eso no podía utilizar otro. No paraba de hablar de su belleza y de pensar en el momento de regresar a casa para pasar horas nuevamente viéndose en él. Su carácter parecía haber cambiado tanto que era casi intolerable, y no era solo el carácter, sino también su físico, ese estilo de vida ermitaño estaba comenzando a hacer mella en su rostro, tantas horas de desvelo por verse frente al espejo estaba comenzando a marcar fuertes ojeras, su cabello lucía reventado, había comenzado a caerse cansado ya de tanto cepillar. Nadia, una de sus amigas, quiso hacerle ver a Alicia esta situación, pero ese fue el detonante, eso fue lo que convenció a Alicia que sus amigas estaban plagadas de envidia, envidia hacia ella, celosas por su incomparable belleza. Esa fue la razón por la cual Alicia corto el contacto con sus amigas, la sociedad entera y el mundo, su nuevo mundo era ella y su espejo, eso era todo lo que necesitaba.El tiempo transcurría sin cesar haciendo estragos en el rostro y cuerpo de Alicia, pero el reflejo en el espejo cada día se volvía mas bello, era como si se alimentara de la belleza de su anfitrión, succionaba la vida de la joven para mantener la suya propia, el bello rostro de su dueña se labraba poco a poco en la madera de ébano negro del espejo, Alicia no se daba cuenta de ello, pues lo único que ella tenia era su espejo y ahí veía solo lo que quería ver. No tuvo que pasar mucho tiempo antes que ella perdiera su trabajo y a falta de ingresos comenzó a vender todos sus bienes uno por uno. Se había vuelto demasiado orgullosa como para pedir ayuda, demasiado vanidosa como para aceptarla, demasiado ermitaña…Nadia siempre intento acercarse a su amiga y aunque esta nunca se lo permitía intentaba no estar tan alejada, hasta que la misma Alicia hizo que el contacto se hiciera imposible. Un mes después, al no saber nada sobre su amiga, Nadia entro a la casa de Alicia rompiendo vidrios y forzando la puerta, lo que encontró podría describirse mejor como lo que no encontró, la casa estaba vacía, en lo absoluto, no había ahí ni un mueble ni rastro alguno de Alicia ni su espejo, se había ido, Nadia no aceptaba del todo aquel hecho, la busco durante algunos meses pero sin resultado alguno, “quizás comenzó una nueva vida, quizás ahora este mejor”, trataba de convencerse a si misma.Un año después, en una fría noche melancólica, Nadia se encontraba en una feria local, tan extraña como lúgubre, la luna que había comenzado a menguar rociaba gotas de tristeza sobre las personas que asistían a la feria haciéndolas parecer almas en pena rondando en el purgatorio. La endeble luz intenta abrirse paso entre las mareas de sombras que cobran vida revolcándose en el suelo, al final, justo al fondo de la feria, hay un salón, coronado con la luz de una lámpara de aceite, débil y malicienta deja entrever el rostro de una anciana, ya deformado por el tiempo dándole un aspecto mas que feo, repugnante, patético. Nadia, al acercarse, no pudo disimular su cara de repugnancia y casi lastima hacia aquel rostro, pero atrás de tanta arruga, en medio de todas las verrugas y grotescos bellos faciales, escondidos bajo los voluptuosos parpados que cedían ante la gravedad, se encontraban un par de hermosos ojos azules que, de alguna extraña manera, no encajaban en lo absoluto con el resto de aquel decrepito cuerpo; eran un par de bellos ojos que Nadia simplemente no podía pasar por alto… y que le eran tan familiares:La conozco? – dijo Nadia refiriéndose a aquel vejestorio alguna vez mujerNo lo creo – dijo con voz lenta y temblorosa la vieja – no es común que una linda chica como tu venga a un lugar como este – la vieja tosió y se aclaro la garganta – entra y llévate lo que te guste.Nadia parecía casi hechizada por la impresión que le había provocado el rostro de la vieja; un parpadeo esporádico le hizo reaccionar y solamente como un reflejo, asintió amablemente siendo incapaz de ocultar la expresión de repulsión que le había perturbado en ese momento.La anciana, fatigada por el esfuerzo, volvió a tomar su lugar. Solo habían pasado algunos pocos minutos cuando un brillo fugaz se escapo desde adentro de aquella habitación, la anciana vio hacia dentro del salón pensando: “el espejo la eligió, pronto seré bella otra vez”, luego, poco a poco y arrastrando con pesadez cada paso, se fue alejando hasta mezclarse con las demás personas que bajo la endeble luz, parecían ser almas en penas que vagan en el purgatorio…
martes, 25 de agosto de 2009
Encuentro
martes, 21 de julio de 2009
"La aparecida"
La promesa
El visitante nocturno
No abras la puerta
martes, 7 de julio de 2009
EL HOMBRE DEL MALETIN -.
UNA NIÑA QUE SE DIVERTÍA ATEMORIZANDO A SUS AMIGAS CON BROMAS ES ADVERTIDA DE UNA EXTRAÑA VISITA QUE VA A RECIBIR
Cuando Lorena tenía 13 años solía reunirse con sus amigas del colegio y les contaba historias de terror.
Le encantaban la historias de miedo y estaba bien informada, de modo que se reunían en un banco de un parque cercano al colegio y todas escuchaban atentas los relatos de Lorena.
Conforme oscurecía las chicas se marchaban avisando a Lorena de que si luego no podían dormir "se iba a enterar de lo que era bueno".
Pero siempre era en tono de broma.
Una tarde le relató esas historias a una amiga de clase.
Estaban en la habitación de Lucía, cuya casa estaba a unos siete kilómetros de la casa de Lorena (luego se tendría que ir andando y sola).
Cuando Lucía tenía suficiente miedo le dijo: "ahora te voy a contar yo lo que te va a pasar y verás quién pasa miedo". Y le dijo: "cuando vayas a casa un señor con un maletín, vestido de negro y con bigote te seguirá para matarte."
El trayecto hacia casa lo hizo con una psicosis total: toda la gente parecía querer traspasarle con la mirada, pero ella sabía que era pura sugestión, de modo que el miedo que pasó fue relativo.
Lo que realmente podía asustarle era el hombre del maletín, vestido de negro y con bigote, y de esos no hubo ninguno en todo el camino.
Llegó a casa y comprobó horrorizada que no funcionaba el ascensor.
Aunque aún le faltaba un año para tener permiso de uso del ascensor lo cierto es que vivía en un octavo piso y siempre que podía, cogía el ascensor.
Tuvo que subir los ocho pisos a pie, y su desconsuelo fue mayor cuando su madre le dijo que bajara la basura:
- ¡Pero si no va el ascensor!. -Se quejó inútilmente.
Y entonces cogió la bolsa de basura y comenzó a bajar despreocupada... pero a mitad de camino las piernas se le aflojaron y casi perdió el equilibrio. Frente a la puerta de una casa, mirándole ahora a ELLA, había un señor trajeado de negro, con bigote y un maletín.
Con los nervios a flor de piel, casi a punto de gritar y las piernas temblando, corrió escaleras abajo a punto de perder la bolsa de basura.
Y llegó abajo con el corazón desbocado y falta de aire. Salió rápidamente del edificio y tiró la basura, y no subió inmediatamente a casa... sino que se dirigió a la tienda que tenía su padre en la misma finca y esperó a que él terminara el trabajo para subir acompañada.
¡Qué aterradoras pueden ser las casualidades! ¿O fue una visión de Lucía? ¡Quién sabe..!
martes, 23 de junio de 2009
La Llorona 3
Dicen que las lloronas son personas arrepentidas, vivas o muertas que liberan sus espíritus por las noches en busca de perdón o consuelo y así pretenden expiar sus culpas, generalmente por actos delictivos: muerte, robo, secuestro...
Cierta vez leí una historia inglesa en la que una madre salía a llorar por la muerte de su bebé, a orillas del mar, y tanto lloró que el llanto obtuvo su premio: una mañana alguien dejó un niño abandonado en la puerta de su casa.
Otra historia, pero esta vez francesa, contaba que un ciego lloraba por los bosques a causa de su desgracia y dejó de hacerlo cuando un hombre le habló y le hizo comprender que la luz de sus ojos eran sus manos y que con el tacto podía ver mejor que otros que no eran ciegos.
El caso es que las lloronas antes y ahora, siguen ocupando a la gente y nutriendo el folclore. Pero esta que apareció era una llorona que se las traía.
Las sombras de la noche ayudaban a crear la imagen incierta del fantasma y aunque muchos creían ver la túnica blanca y el rostro oculto de la llorona, se asombraban al descubrirla de botas altas, pollera ancha y apretado saco con capucha que no alcanzaba a esconder los cabellos rubios y revueltos y muchas veces el rostro desencajado, siniestro, de una persona que sufre mucho.
Aunque muchos lo pensaban, nadie se atrevía a comentarlo, pero la llorona tenía rasgos familiares y por más que se empeñaban en adjudicarle identidad, no acertaban a encontrar la persona que parecía representar esta imagen tétrica de la locura.
Apareció apenas entrado el sol vagando por la ruta, en el tramo que va de Santa Emilia a Venado Tuerto. Muchos camioneros o automovilistas debieron esquivarla en su trayecto y más de uno sintió deseos de parar ante aquella mano extendida que pedía ayuda. Pero ¿quién se anima a detener el vehículo de noche, en zona desconocida? ¿Y si después aparece el resto de la banda?... Quién no ha pensado algo así cuando se enfrenta con alguien que hace señas en el camino.
Los chacareros llegaron al día siguiente con la noticia que pronto se desparramó por el pueblo: "Anoche apareció la llorona". Y en cada lugar se suscitaba el comentario: en el banco, en la carnicería, en la farmacia, entre los chicos que jugaban, y entre las vecinas que salían a barrer las veredas o hacer los mandados. Hasta la policía se enteraba de los detalles. Se hicieron tan seguidas las apariciones de la llorona que Don Cabrera, el comisario, decidió tomar parte del asunto y comenzó a patrullar los lugares que frecuentaba. Pero cuando iba hacia Venado Tuerto se la veía en Chapuy, y cuando se dirigía a Chapuy visitaba Santa Emilia, y así, como queriendo despistar a la autoridad que con su destartalado Ford Falcon y tres hombres apenas armados, quería esclarecer el hecho.
Cansado de esta lucha infructuosa, Don Cabrera pidió refuerzos a Melincué y el jefe de policía departamental le asignó tres patrulleros tripulados por agentes bien adiestrados y comenzó el operativo "llorona" en una noche húmeda de fines de febrero.
Como respondiendo a ello, la llorona empezó a hacer de las suyas. Una noche degolló quince chanchos de un establecimiento. A los pocos días encontraron diez corderos desangrados en la laguna. En el antiguo matadero incendió un monte. Y todos contaban que en la noche del hecho habían escuchado un llanto de mujer.
Hasta que la última noche de carnaval, cuando el cielo se aclaraba con la luz de la luna, el cerco policial se apretaba en torno a la llorona y justo cuando se iba a ocultar en el monte de la estación, la mano fuerte de un hombre uniformado le cerró el camino. Luchó por desasirse pero no pudo y cayó al suelo removiendo la hojarasca.
El agente, queriendo levantarla la tomó por los hombros y en un sacudón, hizo que la capucha descubriera la cabeza que al perder la peluca dejó ver el cabello negro de un hombre joven.
Llegaron los demás policías y ante los ojos asombrados de todos, el malhechor empezó a llorar en serio. Cuando revisaron sus ropas encontraron un grabador y cintas grabadas con llantos.
Era un muchacho de la zona, conocido por su enfermedad mental y al que se creía viviendo en Rosario. Las casas donde había hecho daño eran de gente con las que trabajara años atrás, quienes de un modo u otro lo habían perjudicado.
Desde entonces, cuando en mi pueblo se habla de lloronas, todos recuerdan al pobre Lito, que llora encerrado.
La Llorona otra version
La ciudad vivía verdaderamente aterrorizada.
Cuando se escuchaban los gemidos de esta mujer, más de algún valiente quiso salir a ver quien era la persona que emitía esos gritos tan angustiosos, costándole en ocasiones a unos la vida o a otros el juicio que veían perdidos por el susto. Se decía que esto era cosa de ultratumba, pues si se tratara de gritos humanos, éstos no se escucharían a más de tres calles de distancia y sin embargo estos lamentos se oían por toda la ciudad; traspasaban paredes y todos los habitantes los escuchaban. Hubo algunos envalentonados por el vino, que al salir de las tabernas pretendían ir a su encuentro, encontrando en esta hazaña la muerte. Otros quedaron locos de la impresión y los menos, no volvieron a intentar esta aventura y preferían quedarse encerrados en sus casas. La llorona era una mujer que flotaba en el aire, con un vestido blanco y cubría su descarnado rostro con un velo muy suave, que permitía verle la calavera de su cara. Cruzaba toda la ciudad con mucha lentitud; unas noches por unas calles o plazas y otras por distintas callejuelas; dicen los que la vieron que alzaba los brazos y emitía aquel quejido angustioso que asustaba a todos los que la escuchaban: ¡Ay, ay de mis hijos, que será de mis hijos! Luego se desvanecía en el aire y se trasladaba a otro sitio a emitir sus quejidos.
De una calle a otra, recorría plazas diversas, hasta llegar a la Plaza Mayor; allí se ponía de rodillas, besaba el suelo y se ponía a llorar con mucha desesperación, terminando con un largo ¡Ayyy!Se levantaba y se encaminaba hacia la orilla del lago caminando lentamente y ahí se perdía, se vaporizaba en el aire y se perdía de vista, no se sabe si se sumergía en las aguas o se disolvía, puesto que los que la llegaron a seguir, dicen que en este sitio se perdía de vista. Esto pasaba todas las noches en la ciudad de México y verdaderamente tenía inquietos a los habitantes de la ciudad, pues nadie podía explicarse quien era esa mujer y cual era la razón de sus lamentos. Muchas eran las versiones que se daban en torno al suceso. Unos decían que esta mujer había fallecido lejos de su esposo a quien amaba profundamente y que venía de ultratumba a verle y a llorarle, pues no podía estar con él, pues se decía que dicho caballero había vuelto a contraer nupcias con una bella dama y que ya la había olvidado completamente. Otras lenguas afirmaban que la mujer nunca pudo desposarse con el caballero, pues la sorprendió la muerte antes de que le diera su mano y la razón por la cual venía del más allá, era para volverle a ver, pues resultaba que el tal caballero se encontraba perdido en vicios que perturbaban su alma.
Al decir de otras gentes, se creía que la mujer era viuda y que se lamentaba de esta forma, porque sus hijos huérfanos estaban sumidos en la más honda desgracia, sin que ningún corazón se moviese por ayudarlos. También se corría la versión de que la mujer era una pobre madre a quien le asesinaron a todos sus hijos y que su salir de la tumba era para llorarles. Otros afirmaban que había sido una esposa infiel y que como no hallaba paz en la otra vida, venía del mundo de los muertos, con el fin de alcanzar el perdón por sus faltas cometidas en vida. Algunos decían que la mujer había sido asesinada por un marido celoso; se comentaba también que la famosa llorona era la célebre Doña Marina, quien de todos es sabido que vivió amancebada con el conquistador Hernán Cortés y que venía a este mundo con permiso del Cielo, a llenar el aire de lamentaciones, en franca señal de arrepentimiento, por haber traicionado a su pueblo, al ponerse del lado de los conquistadores españoles y que cometieron tantas brutalidades contra su pueblo. Esta pobre alma viajaba por todo el país de México, llegando a cada ciudad en donde; en las noches de luna se veía pasar su silueta blanca y profiriendo sus espantosos lamentos que asustaban al ganado; se le llegó a ver hincada al pie de cruces; salía con gran misterio de las cuevas, donde habitaban salvajes fieras emitiendo siempre su lamento ¡Ay, ay de mis hijos, que será de mis hijos!
Esta leyenda de la llorona es muy antigua, sus orígenes se remontan al México Prehispánico, pues había la leyenda de que las mujeres muertas en parto, solían venir a este mundo en una fecha determinada del calendario, convirtiéndose en fantasmas para asustar en los caminos a quien se le pusiera enfrente. Esta tradición se deriva también de las premoniciones que tuvieron los antiguos mexicanos antes de la llegada de los españoles, pues se afirmaba que salía una mujer del lago que angustiada decía: ¡Ay hijos míos, ha llegado ya la hora de vuestra destrucción! Todavía hasta los primeros años del siglo XVII se siguieron escuchando los gritos de la llorona en las calles de la ciudad de México; misteriosamente despareció para siempre y ya no se volvió a escuchar su quejido angustioso por las noches y ya pudieron dormir tranquilos los habitantes de la ciudad de México.